Un cinéfilo siempre ha fantaseado con la posibilidad de colarse dentro de un film. Me explico. Si existiera la oportunidad de elegir una película en la cuál pudierais entrar, pasear por sus calles, vivir su historia o hablar de tú a tú con los personajes...¿Cuál elegiríais? Yo, tras haber imaginado andar entre las mesas del Rick's Cafe de 'Casablanca', publicado un periódico junto a Orson Welles en 'Ciudadano Kake', cabalgado junto a Aragorn en 'El retorno del Rey' o haber perseguido replicantes junto a Harrison Ford en 'Blade runner', debo confesar que siempre he deseado conspirar al lado de Michael Corleone. Quizás sea por mi personalidad de mafioso frustrado, tal vez perdía muchas peleas en el patio del colegio y las ansias de venganza se fueron acumulando, no sé. Pero desde la primera vez que vi esta soberbia continuación de 'El padrino' (1972) no he podido evitar imaginarme sentado tras ese místico sofá de piel mientras mis secuaces me veneran cuál deidad babilónica. Llamadme nostálgico, pero aún pienso en vengarme de esos canallas de 10 años que me pegaban en el cole.
¿De qué va?
¿De qué va?
La continuación de la saga familiar de los Corleone. Narra la historia de un joven Vito Corleone (Robert De Niro) que crece en Sicilia y en la década de 1910 en Nueva York. Y sigue a Michael Corleone (Al Pacino) en la década de los 50's en su intento de expandir el negocio familiar en Las Vegas, Hollywood y Cuba. Dos historias entrecruzadas para construir uno de los mejores retratos de la mafia de todos los tiempos.
Tras el descomunal éxito de crítica y taquilla que supuso 'El padrino', nada más estrenarse ya se pensaba en una continuación. Tanto por parte de productores, público e incluso en primer lugar por Coppola. Pero un elevado reto se interponía entre los deseos de todos: superar lo insuperable. Mario Puzo (autor de la novela) se puso manos a la obra junto a Francis para intentar volver a crear magia. Una vez lo consiguieron, dos... era impensable. Se escribió un argumento que recuperaba la juventud de Vito Corleone, no rodada en la primera parte, para enlazar dicha juventud con las andanzas de su hijo MIchael tras la muerte del padrino original. Era rizar el rizo con veinte tirabuzones. La historia, el talento, los actores y la magia del cine hicieron el resto.
Últimamente me hallo rescatando segundas partes. Bueno, en ciertos casos como éste, la palabra rescatar sobra. Mejor dicho, re-maravillando con segundas partes, creo en la superación, al menos en el cine. El lastre de haber conseguido el Oscar a la Mejor Película dos años antes no fue óbice para plantarse tras la cámara, escribir más de 300 páginas de guión y revolucionar la esencia del cine. Coppola estaba en estado de gracia. Nunca volvió a estar igual como en aquellos espectaculares dos años de su vida. Continuar un mito como el que creó con la misma sensación de excelencia es sin duda un alarde de talento mayúsculo. Creo poder afirmar que ningún otro director se ha enfrentado a un reto igual. Ni Hitchcock, Capra, Welles, Lean, Ford, Hawks, Spielberg, Bergman, Scott, Wyler... ninguno de ellos tuvo ante sí un desafío tan apabullante como el de intentar crear una secuela del calibre de los Corleone.
Arrancamos con una mirada atrás. Una Sicilia que se rige por códigos de la Cosa Nostra. Un niño al que arrancan de su padre. Emigra y descubre un nuevo mundo. Desconocido, cruel pero donde un joven Vito se irá forjando primero como hombre, para más tarde enfrentarse a su pasado y transformarse en leyenda. Paralelamente vemos el ascenso de su hijo Michael en la actualidad (década de los 50 en el film). Un padrino que maneja los tiempos en los que vive, rodeado tanto de aliados como de enemigos. Desconfiado, frio e implacable. Herencia de su padre, ha creado un imperio del miedo, que aunque no lo exprese, también ese miedo le retiene a él.
La vida como cuadro donde pintar ilusiones, la traición convertida en símbolo, la lealtad férrea, la venganza como desayuno. Una mirada despiadada de la condición humana. Esta secuela va más allá de los márgenes que estableció su predecesora. Es valiente por su re-interpretación de los personajes, los eleva a un estatus casi divino. Un olimpo de crímenes que recrea una iconografía de la mafia jamás vista en el cine. Las dos historias cruzadas, del padre y del hijo, configuran una carrera hacia los infiernos. Destila una inimitable pasión por el cine que toca todos los sentidos. Es un mágico regalo para el alma rodado a 24 fotogramas por segundo.
Quedarse con una única escena de esta enorme obra es un trabajo inútil. Es imposible decidir que momento de puro cine se eleva por encima de los demás. La vida en Nueva York en los años 20, la conspiración contra Michael, el reparto de la tarta en Cuba, los asesinatos fríos, la vendetta contra Fanucci, el paseo en balsa con Freddo, las charlas con Hyman Roth... son tantas, tan apasionantes que sería pecado no mencionar alguna. Pero si debo optar por una, lo tengo claro: la revelación de Michael Corleone a su hermano Freddo en el baile de Fin de Año. Resume en unas frases el sentido de toda la película, no sólo de ésta sino de la primera parte incluso. "Sé que fuiste tú, Freddo. Me partiste el corazón" quedará como una declaración de intenciones. Unas palabras que aglutinan la decepción, la desesperanza, el rencor y la venganza. El más sentido pesar que un hombre puede soportar, la desconfianza hacia la familia.
La música en esta segunda parte transforma las imágenes en auténticos cuadros, en obras maestras que inundan los ojos. Arrastra los sentidos, emociona hasta puntos nunca antes alcanzados. Nino Rota hace vibrar en un pulso narrativo inigualable. Entre director y compositor (junto al resto de departamentos artísticos) construyen una burbuja del tiempo en la cuál podemos asomarnos para disfrutar de una visión del pasado edificada con una aplastante veracidad.
Un montaje por encima de lo genial, hace que las más de 3 horas de duración se hagan cortas. Que deseemos continuar el viaje de MIchael, seguir descubriendo ese turbio mundo lleno de penumbras que envuelven el alma. La dualidad entre Al Pacino y Robert De Niro es infranqueable, destinos paralelos que nunca se tocan. Encadenar secuencias de padre e hijo con la misma delicadeza que la construcción de un mecanismo de relojería es conmovedora. Recorremos el Nueva York de principios de siglo sintiéndonos parte de esa Litle Italy tantas veces vista en el cine pero tan sólo vista con esa verdad aquí. Sentimos la brisa de Cuba en ese ático rodeado de gangsters que se reparten su trozo de pastel. Sufrimos con angustia los disparos que atraviesan las ventanas del dormitorio de los Corleone. E incluso llegamos a rezar el Ave María, siendo ateos, junto a Freddo mientras la balsa se aleja en el lago.
Un desafío no sólo superado, sino remarcado con letras de oro en la historia del cine. La considero por encima de su predecesora en todos los aspectos técnicos, elementos artísticos y conjunto actoral. Muy por encima en cuanto al estilo visual, desarrollando la forma de rodar que deja sin aliento al espectador. La esencia del cine, el sentido que tiene su realización, la creación de magia tras una cámara se reune en perfecta sincronía en esta experiencia visual. Cuando uno se siente mal, está decepcionado, ha tenido un pésimo día o desea olvidar un hecho desagradable. O para cuando decides celebrar algo, una velada íntima o simplemente por que quieres evadirte. Para todos esos momentos de dolor, de calma o de magia, sólo existe una película: 'El padrino. Parte II'.
Últimamente me hallo rescatando segundas partes. Bueno, en ciertos casos como éste, la palabra rescatar sobra. Mejor dicho, re-maravillando con segundas partes, creo en la superación, al menos en el cine. El lastre de haber conseguido el Oscar a la Mejor Película dos años antes no fue óbice para plantarse tras la cámara, escribir más de 300 páginas de guión y revolucionar la esencia del cine. Coppola estaba en estado de gracia. Nunca volvió a estar igual como en aquellos espectaculares dos años de su vida. Continuar un mito como el que creó con la misma sensación de excelencia es sin duda un alarde de talento mayúsculo. Creo poder afirmar que ningún otro director se ha enfrentado a un reto igual. Ni Hitchcock, Capra, Welles, Lean, Ford, Hawks, Spielberg, Bergman, Scott, Wyler... ninguno de ellos tuvo ante sí un desafío tan apabullante como el de intentar crear una secuela del calibre de los Corleone.
Arrancamos con una mirada atrás. Una Sicilia que se rige por códigos de la Cosa Nostra. Un niño al que arrancan de su padre. Emigra y descubre un nuevo mundo. Desconocido, cruel pero donde un joven Vito se irá forjando primero como hombre, para más tarde enfrentarse a su pasado y transformarse en leyenda. Paralelamente vemos el ascenso de su hijo Michael en la actualidad (década de los 50 en el film). Un padrino que maneja los tiempos en los que vive, rodeado tanto de aliados como de enemigos. Desconfiado, frio e implacable. Herencia de su padre, ha creado un imperio del miedo, que aunque no lo exprese, también ese miedo le retiene a él.
La vida como cuadro donde pintar ilusiones, la traición convertida en símbolo, la lealtad férrea, la venganza como desayuno. Una mirada despiadada de la condición humana. Esta secuela va más allá de los márgenes que estableció su predecesora. Es valiente por su re-interpretación de los personajes, los eleva a un estatus casi divino. Un olimpo de crímenes que recrea una iconografía de la mafia jamás vista en el cine. Las dos historias cruzadas, del padre y del hijo, configuran una carrera hacia los infiernos. Destila una inimitable pasión por el cine que toca todos los sentidos. Es un mágico regalo para el alma rodado a 24 fotogramas por segundo.
Quedarse con una única escena de esta enorme obra es un trabajo inútil. Es imposible decidir que momento de puro cine se eleva por encima de los demás. La vida en Nueva York en los años 20, la conspiración contra Michael, el reparto de la tarta en Cuba, los asesinatos fríos, la vendetta contra Fanucci, el paseo en balsa con Freddo, las charlas con Hyman Roth... son tantas, tan apasionantes que sería pecado no mencionar alguna. Pero si debo optar por una, lo tengo claro: la revelación de Michael Corleone a su hermano Freddo en el baile de Fin de Año. Resume en unas frases el sentido de toda la película, no sólo de ésta sino de la primera parte incluso. "Sé que fuiste tú, Freddo. Me partiste el corazón" quedará como una declaración de intenciones. Unas palabras que aglutinan la decepción, la desesperanza, el rencor y la venganza. El más sentido pesar que un hombre puede soportar, la desconfianza hacia la familia.
La música en esta segunda parte transforma las imágenes en auténticos cuadros, en obras maestras que inundan los ojos. Arrastra los sentidos, emociona hasta puntos nunca antes alcanzados. Nino Rota hace vibrar en un pulso narrativo inigualable. Entre director y compositor (junto al resto de departamentos artísticos) construyen una burbuja del tiempo en la cuál podemos asomarnos para disfrutar de una visión del pasado edificada con una aplastante veracidad.
Un montaje por encima de lo genial, hace que las más de 3 horas de duración se hagan cortas. Que deseemos continuar el viaje de MIchael, seguir descubriendo ese turbio mundo lleno de penumbras que envuelven el alma. La dualidad entre Al Pacino y Robert De Niro es infranqueable, destinos paralelos que nunca se tocan. Encadenar secuencias de padre e hijo con la misma delicadeza que la construcción de un mecanismo de relojería es conmovedora. Recorremos el Nueva York de principios de siglo sintiéndonos parte de esa Litle Italy tantas veces vista en el cine pero tan sólo vista con esa verdad aquí. Sentimos la brisa de Cuba en ese ático rodeado de gangsters que se reparten su trozo de pastel. Sufrimos con angustia los disparos que atraviesan las ventanas del dormitorio de los Corleone. E incluso llegamos a rezar el Ave María, siendo ateos, junto a Freddo mientras la balsa se aleja en el lago.
Un desafío no sólo superado, sino remarcado con letras de oro en la historia del cine. La considero por encima de su predecesora en todos los aspectos técnicos, elementos artísticos y conjunto actoral. Muy por encima en cuanto al estilo visual, desarrollando la forma de rodar que deja sin aliento al espectador. La esencia del cine, el sentido que tiene su realización, la creación de magia tras una cámara se reune en perfecta sincronía en esta experiencia visual. Cuando uno se siente mal, está decepcionado, ha tenido un pésimo día o desea olvidar un hecho desagradable. O para cuando decides celebrar algo, una velada íntima o simplemente por que quieres evadirte. Para todos esos momentos de dolor, de calma o de magia, sólo existe una película: 'El padrino. Parte II'.
Información de más
- Fue la primera vez que una secuela gana el Oscar a Mejor Película.
- Robert De Niro y Marlon Brando ('El Padrino') son los únicos actores en ganar el Oscar a Mejor Actor por interpretar el mismo personaje en diferentes films. Se pensó que el propio Brando podría rodar las escenas siendo Vito de joven en esta secuela, pero tras unas audiciones con De Niro, Coppola cambió de opinión.
- De Niro fue rechazado en la primera parte por no encajar en el perfil.
- Coppola deseaba producir la película, por lo que eligió a Martin Scorsese como director. Los ejecutivos se negaron.
- En la primera parte, Coppola estuvo a punto de ser despedido en tres ocasiones. Esta vez, se le puso una limusina para sus traslados. También consiguió que se le permitiera rodar un guión propio ('La conversación') y escribir otro, 'El gran Gastby', tras este rodaje.
- Lee Strasberg (Hyman Roth) fue el creador del mítico método interpretativo Stanislavski, que introdujo en América a través del Actor´s Studio, donde tomaron clases actores como Brando, James Dean, Marilyn Monroe o Dustin Hoffman.
- Su personaje, Hyman Roth, se basa en el famoso criminal Meyer Lansky.
- La escena final del flashback con toda la familia reunida se rodó para esta secuela sin Brando, ya que éste se negó.
- Las escenas que emulan La Habana (Cuba) fueron realmente rodadas en Santo Domingo.
- Toda la historia sobre Vito Corleone de joven ya aparecía en la novela original. La historia sobre Michael Corleone es la única trama original escrita para la película.
- Nino Rota no ganó el Oscar a la Mejor Música en la primera parte por incluir un tema ('Fortunela') ya utilizado en otro film. En cambio, sí ganó el Oscar con esta película a pesar de incluir el mismo tema.
- El mostrar naranjas antes de una muerte sigue utilizándose en esta segunda parte. Fijaos en la escena del dormitorio de Michael antes del atentado; Fanucci antes de ser disparado por Vito (Robert de Niro) o Michael Corleone comiendo una delante de Hyman Roth mientras conspira para matarlo.
- La escena final, con un Michael Corleone pensativo, es uno de los mejores finales jamás rodados.
Los mejores actores, la mejor producción y una historia que atrapa son las características de esta fabulosa película. Es una joya y sobre todo porque nos ha dejado actores como Robert Duvall quienes han hecho excelentes trabajos después de estas cintas. Ya hasta me dieron ganas de volver a ver las cintas.
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