Una de las miniseries más revolucionarias del momento, y de
la que ya hablamos hace tiempo en el análisis de la primera
temporada, es Black Mirror. Con una puesta en escena minimalista y
realista, su argumento impactante no deja indiferente a nadie. Revelándose
contra la monotemática y bajo el pretexto de la tecnología, la segunda
temporada vuelve para remover en tu moral y hacer que te cuestiones los límites
humanos desde una perspectiva a medio camino entre el miedo y el morbo.
Segunda ronda de capítulos independientes (por trama, personajes y escenarios) listos para jugar
con la moral bajo el pretexto de la tecnología. Los avances, la conectividad e
incluso las costumbres, pueden llegar a límites insospechados cuando el bien y
el mal se han a un lado. Esto es lo que propone esta segunda temporada de una
de las miniseries revelación del momento. La vida y la muerte, la justicia y la
depravación, o incluso la política, serán los tres elementos clave de la
continuación de esta joya televisiva.
La crítica
El primer capítulo explota al máximo la sensación confusa
que separa una experiencia simulada con la realidad. Un trágico accidente acaba
con la vida de Ash, tras lo cual su novia Marta queda totalmente devastada. En
pleno duelo, cuando la razón de su existencia se ha evaporado, descubre un
servicio online que permite mantener el contacto cibernético con el fallecido. A través de sus perfiles, su actividad online
y el banco de fotografías disponibles, la maquina recreará sus comportamiento y
actitudes, llenando el hueco de su ausencia con una minuciosa imitación de la
persona que una vez fue su otra mitad.
Dilemas morales sobre los límites emocionales y racionales
del ciclo de la vida humana, planteando de forma contundente aferrarse a la
vida sintética artificial como escapatoria a la dura asimilación de la pérdida, de la mano de la duda existencial, la distinción que hace única y original a
cada persona. ¿Es posible la copia de un ser vivo? ¿La sustitución puede acabar
con la negación? ¿Hasta qué punto la mentira puede llegar a convertirse en
realidad? ¿Las películas de Facebook servirán para esto en un futuro?
Aturdidos aún con estos interrogantes, el segundo episodio
no nos pondrá las cosas más fáciles. Una mujer despierta sin recuerdos,
desorientada y siendo cazada (literalmente) por enmascarados. En medio de aquel
caos salvaje, la gente al margen parece insensibilizada ante el espectáculo,
grabando los sucesos con sus propios teléfonos. Una carrera a vida o muerte,
donde cualquier desconocido puede marcar la diferencia para bien o para mal.
Introduciendo desde el principio una empatía angustiosa con
la protagonista, nada es lo que parece en ese circo romano donde el público es
testigo y mensajero, gracias a la tecnología al alcance de todos, de la
persecución y tortura psicológica. ¿La depravación del ser humano puede ser
ilimitada, ayudada por la globalización tecnológica? ¿La justicia puede
justificar unos medios bárbaros? ¿Nos sorprende tanto que el ser humano halle
diversión y entretenimiento en el sufrimiento? ¿Gran Hermano hubiera mejorado
con este formato?
Para rematar la temporada con un cierre digno, cambiamos el
modo agresivo por la sátira, impulsando un malhablado muñeco virtual en una
campaña política sin precedentes. Jamie es el alma de Waldo, un oso azul que se
ríe de todo y todos sin pelos en la lengua. Su gran popularidad se debe en
parte a su sistema de comunicación en tiempo real, siendo manejado como una
marioneta a través de control remoto por una pantalla. Gracias a ello puede
responder in situ con cualquier insolencia.
Pero en una época donde la manipulación y el engaño están a
la vuelta de la esquina, un poco de verborrea sin tapujos es recibida como agua
de mayo. A medio camino entre la diversión de ir contra la censura, la rebeldía
de no callarse ante nadie, y la popularidad de comentar asuntos políticos,
surge la idea de presentar al muñeco a las elecciones parciales de la ciudad. Curiosamente
la felicidad de Jamie es inversa a la reputación de Waldo.
Su fama le otorga la visibilidad necesaria para acarrear
tras de sí una masa absorta en las bromas que sigue siendo manipulada y
manejada al antojo de los directivos, esta vez tras un disfraz más llamativo. ¿Están
las modas dispuestas al servicio de un propósito mayor? ¿Realmente gozamos en algún
momento de capacidad de decisión? ¿Prima el entretenimiento enmascarado sobre
el conformismo tradicional? ¿Votarías por un oso virtual para presidente?
Muchas son las preguntas que se instauran en nuestra
mente con esta serie. Unos futuros distópicos que atraen la curiosidad de la
ciencia ficción, pero que mueven algo similar al miedo dentro de nosotros.
En
un mundo donde la tecnología evoluciona por momentos, que domina nuestra vida a
todas horas, ¿tan extraño es pensar que alguno de estos capítulos puede ser una
ventana a un futuro próximo?
Información de más
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El creador, Charlie Brooker, reveló que la gente que caza a la mujer en el segundo capítulo se basaa en personajes del juego Manhunt (2003).
Nota final: 9/10/6 (por capítulos)
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